Devocionales

Un momento con Dios

El devocional diario es un momento especial dedicado a la comunión personal con Dios. Es un tiempo de conexión entre lo humano y lo divino. En la oración, la persona se presenta delante de Dios, lo adora por medio del agradecimiento, las canciones y el reconocimiento de la soberanía de Dios en su vida. En la lectura de la Palabra, medita en ella reflexionando en lo que Dios le habló a través de la Biblia. Charles R. Swindoll dijo: El devocional diario es como el desayuno para el alma. No podemos pasar el día sin él.

Romanos 16:20

Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies.

Esta promesa es una continuación adecuada de la promesa de ayer. Evidentemente, hemos de ser conformados a nuestra Cabeza del pacto, no solo en Su herida en el calcañar, sino en Su conquista del maligno. Bajo nuestros pies, el antiguo dragón ha de ser herido.
 
Los creyentes romanos estaban afligidos por contiendas en la iglesia; pero su Dios era, el Dios de paz, y proporcionaba descanso a su alma. El archienemigo hacía tropezar el pie de los incautos y engañaba el corazón de los ingenuos; pero a él le toca la peor parte, y ha de ser hollado por aquellos a quienes había atribulado. Esta victoria no vendrá al pueblo de Dios por causa de su propia habilidad o poder; Dios mismo ha de herir a Satanás. Aunque habrá de ser aplastado bajo vuestros pies, el golpe será asestado únicamente por el Señor.
 
¡Aplastemos valerosamente bajo nuestros pies al tentador! No solo los espíritus inferiores, sino el propio Príncipe de las tinieblas ha de ser aplastado por nosotros. Con confianza absoluta en Dios, esperemos una rápida victoria.
 
¡En breve! ¡Feliz palabra! ¡En breve aplastaremos a la serpiente antigua! ¡Qué alegría produce es aplastar al mal! ¡Qué deshonra es para Satanás ser aplastado por pies humanos! Aplastemos al tentador bajo nuestros pies por medio de la fe en Jesús.

Charles Spurgeon

Isaías 41:10

Siempre te ayudaré

La promesa de ayer nos aseguraba fortaleza para lo que tenemos que hacer, pero esta promesa nos garantiza ayuda en los casos en los que no podemos actuar solos. El Señor dice: “Siempre te ayudaré.” La fortaleza interior se complementa con ayuda exterior. Dios puede levantarnos aliados en nuestra guerra si así le parece bien; y aun si no nos enviara ayuda humana, Él mismo estará a nuestro lado, y esto es todavía mejor.
 
“Nuestro Augusto Aliado” es mejor que legiones de ayudadores mortales. Su ayuda es oportuna: es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Su ayuda es muy sabia: Él sabe cómo dar a cada hombre una ayuda idónea y adecuada para él. Su ayuda es sumamente eficaz; en cambio, la ayuda del hombre es vana.
 
Su ayuda es más que ayuda, pues Él soporta toda la carga y suministra toda la ayuda. “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” Debido a que Él ya ha sido nuestra ayuda, tenemos confianza en Él para el presente y para el futuro.
 
Nuestra oración es: “Jehová, sé tú mi ayudador.” Nuestra experiencia es: “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad.” Nuestra esperanza es: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro?” Y nuestro cántico pronto será: “Tú, Jehová, me ayudaste.”

Charles Spurgeon

Juan 1:50

Cosas mayores que estas verás

Esto fue dicho a un creyente semejante a un niño, que estaba listo para aceptar a Jesús como el Hijo de Dios, el Rey de Israel, sobre la base de un solo argumento convincente.
 
Aquellos que están dispuestos a ver, verán: es debido a que nosotros cerramos nuestros ojos que nos volvemos tan tristemente ciegos. Hemos visto demasiado. Cosas grandes e inescrutables nos ha mostrado el Señor, por las cuales alabamos Su nombre; pero hay mayores verdades en su Palabra, mayores profundidades de experiencia, mayores alturas de comunión, mayores obras de utilidad, mayores descubrimientos de poder, y amor, y sabiduría.
 
Todas estas cosas hemos de ver todavía si estamos dispuestos a creer a nuestro Señor. La facultad de inventar falsa doctrina es ruinosa, pero el poder de ver la verdad es una bendición. El cielo será abierto para nosotros, el camino hacia allá será allanado para nosotros en el Hijo del Hombre, y el comercio angélico que ocurre entre el reino superior y el reino inferior nos será manifestado.
 
Mantengamos nuestros ojos abiertos a los objetivos espirituales, y esperemos ver más y más. Hemos de creer que nuestras vidas no se gastarán hasta convertirse en nada, sino que estaremos siempre creciendo, viendo cosas mayores y mayores cada vez, hasta contemplar al mismo gran Dios y no perderlo de vista nunca más.
 

Charles Spurgeon

Isaías 41:10

Yo soy tu Dios que te esfuerzo.

Cuando somos llamados a servir o a sufrir, hacemos un inventario de nuestras fuerzas y descubrimos que son menores de lo que pensábamos, y menores de las que requerimos. Pero nuestro corazón no debe abatirse, ya que contamos con una palabra como esta, en la que podemos apoyarnos, pues nos garantiza todo lo que podamos necesitar.
 
Dios tiene una fuerza omnipotente y Él puede comunicarnos esa fuerza, y nos promete que lo hará. Él será el alimento para nuestras almas y la salud de nuestros corazones; y así, Él nos dará fortaleza. No se puede saber cuánto poder pondrá Dios en un hombre. Cuando la fortaleza divina llega, la debilidad humana ya no es un obstáculo. ¿No recordamos épocas de trabajos y pruebas en las que recibimos tal fortaleza especial que nos sorprendimos de nosotros mismos? En medio del peligro conservamos la calma, ante la pérdida de seres queridos estábamos resignados, ante la calumnia poseíamos dominio propio, y en la enfermedad éramos pacientes.
 
El hecho es que Dios provee una fortaleza inesperada cuando nos sobrevienen pruebas inusuales. Nos levantamos por encima de nuestras débiles constituciones. Los cobardes asumen el papel de hombres valientes, los insensatos reciben sabiduría, y a los silenciosos les es dado en el preciso instante lo que han de hablar. Mi propia debilidad hace que me acobarde, pero la promesa de Dios me vuelve valeroso. Señor, fortaléceme conforme a Tu dicho.

Charles Spurgeon

Génesis 28:13

La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia

Ninguna promesa es de interpretación privada: las promesas no pertenecen a un solo santo, sino a todos los creyentes. Hermano mío, si tú puedes acostarte en fe sobre una promesa y descansar sobre ella, es tuya.
 
Jacob tomó posesión del lugar al que llegó y en el que durmió y descansó. Poco se imaginaba que, al acostar su humanidad sobre el suelo y usar las piedras del lugar como almohadas, estaría tomando posesión de la tierra; y, sin embargo, así fue. Vio en su sueño esa maravillosa escalera que une para todos los creyentes la tierra con el cielo; y, en verdad, el lugar donde estaba la base de la escalera había de pertenecerle por derecho, pues de otra manera no habría podido alcanzar la divina escalinata.
 
Todas las promesas de Dios son Sí y Amén en Cristo Jesús; y, como Él es nuestro, cada promesa es nuestra si nos acostamos en ella en confiada paz.
 
Vamos, tú que estás cansado, usa las palabras de tu Señor como tu almohada. Acuéstate en paz. Sueña únicamente con Él. Jesús es tu escalera de luz. Mira a los ángeles subir y bajar sobre Él entre tu alma y tu Dios; y puedes estar seguro de que la promesa es tu propia porción que te ha sido dada por Dios, y que no cometerás un robo si la tomas para ti, como expresada especialmente para ti.

Ninguna promesa es de interpretación privada: las promesas no pertenecen a un solo santo, sino a todos los creyentes. Hermano mío, si tú puedes acostarte en fe sobre una promesa y descansar sobre ella, es tuya.
 
Jacob tomó posesión del lugar al que llegó y en el que durmió y descansó. Poco se imaginaba que, al acostar su humanidad sobre el suelo y usar las piedras del lugar como almohadas, estaría tomando posesión de la tierra; y, sin embargo, así fue. Vio en su sueño esa maravillosa escalera que une para todos los creyentes la tierra con el cielo; y, en verdad, el lugar donde estaba la base de la escalera había de pertenecerle por derecho, pues de otra manera no habría podido alcanzar la divina escalinata.
 
Todas las promesas de Dios son Sí y Amén en Cristo Jesús; y, como Él es nuestro, cada promesa es nuestra si nos acostamos en ella en confiada paz.
 
Vamos, tú que estás cansado, usa las palabras de tu Señor como tu almohada. Acuéstate en paz. Sueña únicamente con Él. Jesús es tu escalera de luz. Mira a los ángeles subir y bajar sobre Él entre tu alma y tu Dios; y puedes estar seguro de que la promesa es tu propia porción que te ha sido dada por Dios, y que no cometerás un robo si la tomas para ti, como expresada especialmente para ti.

Charles Spurgeon

Santiago 1:3

Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia

Dios te está probando en este momento, pero no es para tu mal, sino para tu bien. Espera un poco. No te impacientes; toda prueba, por dura que sea, tiene su fin. Te sentirás luego más fortalecido y la presencia de Dios se te hará más real y significativa.
 
Si sabes soportar la prueba con un verdadero espíritu cristiano, queremos asegurarte que mañana serás una persona muy distinta a la de hoy. Las pruebas no vienen en vano. Dios no obra caprichosamente. Él tiene un propósito para cada uno de sus hijos. A veces nos conduce por un sendero sembrado de flores, y otras veces por uno cuajado de espinas.
 
Un cristiano experimentado pasó por una gran prueba. Alguien que lo observaba se le acercó y le dijo: “Yo creía que los cristianos no eran probados, pero ahora veo que no es así. ¿Me quiere usted decir por qué?” El cristiano le respondió: “¿Ve usted estas piezas de acero? Necesito hacer con ellas unos muelles, pero antes es necesario que el acero sea templado. Para esto, lo pongo al rojo en la fragua. Luego lo enfriamos en agua. Después, lo golpeó duramente en el yunque, y si aún no ha adquirido el temple que quiero, vuelvo a repetir la misma operación. Hay veces que el acero me resulta demasiado quebradizo y no lo puedo usar. En ese caso, lo lanzo al desperdicio.”
 
Hizo una pausa para que su interlocutor comprendiera lo que decía y luego continuó: “Dios nos necesita para algo en la vida. Somos como el acero, y antes de que nos use, Él nos da el temple por medio de las pruebas. Lo penoso sería que no resistamos la prueba y nos arroje al montón de inservibles. Por eso, mi oración es: ‘Señor, pruébame como Tú quieras y dame la fortaleza para resistir, pero no me arrojes al montón de lo inservible.’
 
Tras el oscuro nubarrón aparece la claridad de un sol resplandeciente. Así mismo, tras esta prueba que ahora te aflige, vendrán muchas bendiciones que Dios tiene reservadas para ti. No seas de los que se rinden a la primera acometida de la prueba. Toma la mano del Señor. Agárrate fuertemente de ella y muy pronto verás cómo todo habrá pasado y no habrá sido para tu mal, sino para tu bien.”

Miguel Limardo